Por Roberto Yáñez
El vertiginoso texto de Duncan Macmillan, llega a través de una inteligente propuesta escénica ecológica, que impactará las entrañas y que desafía la razón del espectador.
Apenas se llega a la obra y se busca respiro. A moda de terapia o bajo el reflector de un interrogatorio, arriba en escena, una discusión entre dos seres, H y M o M y H, se vierten en el punto crítico de la decisión. Silencio. Un incesante juego de palabras orquestan la premisa del conflicto ¿Qué tanto impacto negativo a la ecología produce el traer al mundo un hijo?
La razón primigenia de la humanidad está amenazando el existir del planeta. Sí, el deseo de toda pareja puede ser un punto y aparte ante un universo que se extingue. ¿Acaso suena fatalista? Vienen a la mente novelas y películas referentes al futuro, vaticinios hoy pasados por la realidad.
IEn el escenario, Inevitable sentirse en un cuarto de disección, un laboratorio de análisis o un apartado de zona restringida. Así “Pulmones” parte de un mundo en el que cualquier decisión pensada o no, impacta en el medio ambiente, así sea que la acción se limite a impactar un rectángulo pequeño con cultivo de pasto, aunque sea seco.
¿Es acaso de “malas personas” traer hijos al mundo? ¿O son los “buena gente” los encargados de extinguir la descendencia? ¿Es egoísta pensar en traer niños al mundo? ¿Es mezquino educarse al extremo de esconder los propios miedos y cuestionar todo sentir y acción para aniquilar el instinto del ser humano?
66 Una serie de interrogantes van danzando en la mente del que observa acallado, un escenario bajo el concepto de sustentabilidad, cegador a veces, esperando la respuesta del que no se interroga, pero habla, escena sin corte en la que la congruencia de la producción busca la cohesión artística del experimento: prendas a partir del reciclaje, material metálico reutilizable y el mínimo uso de energía, como un guiño apocalíptico en el que se debate la razón y los sentimientos.
Herencia vs medio ambiente
No hay más que dos que se miran, que se ligan, se juntan, arriba, abajo, discuten, se separan, se aman, se extrañan, entrañas sacan y en una inteligente escena, al parecer sin fin y como constante, va en escalada mostrando los vértices de las relaciones humanas, en las que todos hemos estado: arriba, abajo, neutro, de reversa, un paso adelante, con miedos, sin futuro, pero acompañados, ¿acaso es así? Sin respiro, los pulmones se agotan.
Pero no en los protagonistas, ni del público que toma partido y se mantiene al filo de la butaca, a veces con M y otras con H, o con ninguno y sin ambos.
Una M fuerte, empoderada, documentada, ambientalista, amante de la razón, de la libertad y las buenas maneras heredadas. Un H, con proceder adolecente, libertario, sin responsabilidad y acaso carácter, pero hombre, soñador, viril y a veces instintivo, lo que lo mantiene a flote frente a M.
El texto pensado sin puntuación da resultado.
La diestra dirección de Alonso Íñiguez sostiene el discurso, la confrontación y complicidad entre los sexos de ambos en varios momentos de su interacción y vinculo como pareja.
Las emociones saltan de corrido y el dinamismo entre Adriana Montes de Oca (espectacular, dicho sea de paso), alternando con Regina Blandón, y un eficiente Xavier García, hacen del experimento inédito una atmósfera propicia con los tiempos actuales, en que las evidencias del efecto de la contaminación hacen pensar en el impacto de la huella de carbono de las acciones de cada uno…o inacciones de todos.
El Foro Lucerna da cabida a la que es la primera obra eco-sustentable que pretende tener una huella de carbono neutra, en la que aparte del aporte a la conciencia sin aleccionar, la producción plantará un árbol por cada boleto vendido.
Se trata de una obra inteligente, con actores pensantes y con gran calidad interpretativa, en busca de espectadores con raciocinio activo.
Una puesta que habla sobre la ecología y la simbiosis del sentir y la razón, entre H y M, entre lo instintivo y lo aprehendido, entre conflictos ideológicos.
Es una obra inquietante, imperdible, que invita a plantar un árbol o dejar que planten una arboleda y pensar, pensar y hacer.
¿Te atreves? Ve a verla, pero antes una prueba, un botón: tener un hijo representa 10, 000 toneladas de CO2, lo que equivale al peso de la torre Eiffel de Paris.
¿Es acaso que el amor contamina? Tú lo decides. Descúbrelo de jueves a domingo en esta nueva producción de “Pulmones” en el Foro Lucerna y haz una pausa y respira, respira.