Furor: emoción al límite por fenómenos sociales

Por Roberto Yáñez

A partir de un hecho, tres personajes se confrontan de forma drástica entre ellos, con sus miedos y su circunstancia de vida en una sociedad.

La escena se desarrolla en un departamento en el que el olvido, el descuido y la falta de recursos se observan a primera vista, se trata de un guiño en el que el ojo perspicaz del espectador adivina lo que sucede, entre un sombrío espacio y un lugar que huele a desesperanza e invita a huir de ahí. Huele a pobreza a todo nivel. Un marco perfecto detona las emociones de los involucrados: un servidor público corrupto en campaña, una enfermera geriátrica sin ilusiones y derrotada ante el futuro y un joven, cuyo resentimiento social se manifiesta como una posible ventaja de salir del status quo en e l que vive.

El hecho que detona el encuentro de los personajes, es el atropellamiento del hijo de Nele Siebold, la enfermera. Heiko, por su parte, el funcionario del gobierno, busca a la primera para brindarle su “apoyo” al declararlo el juez, inocente. La mujer, asume como un buen gesto y con resignación, sin ambición alguna, la visita del servidor público, hasta que llega al departamento Jerome, sobrino de Nele, ya que él buscara sacar mayor provecho del accidente de su primo, al amenazar al candidato en campaña, con que, si no acepta sus condiciones, se pondrá en peligro la candidatura al filtrar en redes sociales, el escándalo de lo sucedido.

Talento puro
La obra mantiene una tensión contenida hasta que aparece el tercer personaje. Jerome irrumpe con un tono mayor, que obedece a la furia que corresponde a un hombre resentido con el poder y el gobierno. Y la obra toma un giro vertiginoso en el que pareciera que la pieza se convirtiera en una tragedia. Pero no, al final los personajes vuelven a su sitio, como si la catarsis del encuentro hubiera sido el fin y no una respuesta, quedando todo como al principio, la enfermera con su pena y desilusión, Jerome con su rabia y Heiko, con el endeble aplomo de un político corrupto, que se escuda de un aparente interés en los demás, pero con la ambición de un poder mayor.

La dirección de Furor corre a cargo de Luis de Tavira, con una maestría que con borda los límites de contención entre los personajes y una acción que define el ritmo que de una discusión hacia una lucha de clases.

En escena, Juan Carlos Vives personifica al servidor público, un ser ladino que navega en la puesta como un ente servil y un miedoso aspirante a mayor poder sin merecimiento alguno. ¿Coincidencia con la realidad? Tú juzga. Stefanie Weiss es la enfermera, un personaje gris con el que produce la sensación de debilidad. Rodrigo Virago es el combativo Heiko, cuya corporalidad domina la segunda parte de la obra, además de un tono acorde al reclamo social.

Retrato social

La obra escrita por Lutz Hübner y Sarah Nemitz, llegó al Teatro Julio Castillo gracias a 25producción y La Casa de Teatro. La escenografía e iluminación son de Jesús Hernández, que refleja el lugar al que ningún espectador quiere llegar, la mediocridad. Un perfecto marco que invita a huir de la fuerza de las emociones que contiene ese departamento de bajo estrato social.

Si el límite te desafía y puedes contener la respiración para entender lo que puede ser el epicentro de una tragedia, asómate a ver el conflicto de estos tres personajes, quienes saldrán menos librados que tú. La reflexión vale la pena, ¿hasta dónde podemos, debemos aguantar? La respuesta está entre las entrepiernas de la escena, la que podrás presenciar de viernes a domingo, en el Teatro Julio Castillo, dentro del Centro Cultural Del Bosque.